Las revueltas en Sudáfrica

El hecho de que los colonizadores holandeses blancos fueran una minoría significativa en Sudáfrica a principios del siglo XX no les impidió gobernar e implementar leyes racistas muy estrictas. Así, lograron mantenerse en el poder en ese joven país. Debido a su gran cantidad de minas de diamantes, Sudáfrica se presentaba como una fuente de gran riqueza, y la minoría gobernante quería apropiarse de toda esa riqueza. Una serie de estatutos y reglamentaciones locales diseñada para darles a los nativos africanos una ciudadanía de segunda clase se convirtió, en 1948, en un sistema nacional conocido como “apartheid”. A las personas negras no se les permitía viajar a ciertas zonas de la nación sin determinada documentación, los matrimonios interraciales estaban prohibidos y muchos trabajos estaban clasificados como “solo para personas blancas”. Con el tiempo, a las personas negras se les negó su ciudadanía y se vieron forzadas a usar pasaportes para viajar desde sus hogares a las zonas controladas por personas blancas. Casi inmediatamente comenzó una resistencia pacífica a estas duras clasificaciones por medio de sentadas y movilizaciones, pero los líderes de estas resistencias enfrentaron duras penas; por ley, sin juicio previo y a su total discreción, la policía tenía permitido reprimir, encarcelar y torturar a las personas sospechadas de disidentes.

En marzo de 1960, la fuerza policial blanca de Sudáfrica abrió fuego contra quienes se estaban manifestando en Sharpsville, una localidad de población negra, y mató a 69 personas. En respuesta, el Congreso Nacional Africano, una organización revolucionaria de conciencia negra fundada para resistir el apartheid, cambió oficialmente de táctica y adoptó una estrategia de destrucción de propiedad por medio de acciones como la provocación de incendios, y su líder, Nelson Mandela, fundó la “uMkhonto we Sizwe” (MK) como rama de militancia armada del partido. En 1962, arrestaron a Mandela y lo enviaron a la cárcel por conspiración para derrocar al Estado. Estuvo preso durante 27 años. Sin embargo, la batalla continuó en su ausencia. En junio de 1976, los residentes de la localidad de población negra Soweto se manifestaron en contra de la adopción del afrikáans, la lengua de la minoría blanca, como lengua oficial para la educación. Unos 20 000 manifestantes, en su mayoría estudiantes, se unieron a la protesta y la policía nuevamente abrió fuego contra una multitud desarmada, a la que también agredió brutalmente. Aunque las cifras oficiales dan cuenta del asesinato de 167 personas africanas ese día, cifras no oficiales estiman que en realidad fueron casi 700. Al día siguiente, en Johannesburgo, un grupo de estudiantes de piel blanca marcharon en apoyo a quienes se manifestaron, mientras que en distintas localidades de población negra se multiplicaban las protestas y los paros. Aun sin contar con la presencia de Mandela, la MK continuó sus acciones militares en contra del Partido Nacional gobernante y, entre 1976 y 1987, llevó a cabo una serie de ataques con material explosivo contra distintos objetivos gubernamentales. Ante las presiones internacionales e internas, y frente a la amenaza de una guerra civil, el gobierno sudafricano inició negociaciones bilaterales secretas con Mandela para darle fin al apartheid. El 11 de febrero de 1980, Mandela fue puesto en libertad, lo que señaló el final inminente de un sistema racista y cruel. Sudáfrica celebró sus primeras elecciones democráticas en 1994 y, el 10 de mayo de ese año, Mandela se convirtió en el primer presidente negro del país.

El movimiento para ponerle fin al apartheid no fue solo un movimiento político, sino que constituyó una toma de conciencia global que comprendió el arte, el cine, el teatro y la música a lo largo y ancho de la diáspora africana, y aún más allá. Ciertos artistas sudafricanos, como la leyenda del jazz Hugh Masakela y la cantautora Miriam Makeba, abordarían directamente la difícil situación de la población sudafricana negra en su obra. Además, algunos artistas estadounidenses formaron el grupo musical Artists United Against Apartheid, que incluyó a docenas de intérpretes, desde Miles Davis hasta Bob Dylan. Por su parte, Lionel Richie lanzó una canción contra el apartheid, y Paul Simon, en su álbum multiplatino Graceland, de 1986, colaboró con artistas de Sudáfrica, incluido el grupo vocal Ladysmith Black Mambazo. Todo esto contribuyó a llamar la atención internacional hacia la situación en ese país.

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